Comentario
Cuéntase la salida deste puerto y la arribada a él, y lo que desta vez pasó con los indios en razón de los tres muchachos
Como estaba acordado saliesen las naos del puerto, entendiendo que no sería tanto el mal del siguato, diéronse velas al otro siguiente día, veinte y ocho de mayo. A la tarde los tocados estaban todos tan caídos, que ordenó el capitán a los pilotos, que no desabrazase las naos aquella venidera noche del morro de barlovento y boca de la bahía, hasta ver la disposición con que la gente se hallaba el día siguiente, que venido, estaban todos tales que dijo el capitán volviesen las naos al puerto, a donde, por ser favorable el viento, dimos fondo fácilmente. Tratóse luego de confesar, curar y regalar los enfermos, que todos sanaban brevemente.
Otro día, después de surtos, fueron vistos en la playa muchos indios tocando sus caracoles. Por entenderse que llamaban, ordenó el capitán que en las barcas fuese el maese de campo con gente a saber lo que querían. Estando los nuestros cerca los indios, no pudiendo detener el sufrimiento, con gran coraje al son de sus instrumentos despidieron muchas flechas vanamente. De las barcas se tiraron cuatro mosquetes al aire y se vinieron a las naos.
Luego al punto el capitán hizo volviesen a tierra y llevasen los tres muchachos, para que los indios los viesen, y con esto hacerlos ciertos no se les haber hecho mal, que ésta se entendió ser la causa de todo su desasosiego. Llegados que fueron, luego los muchachos llamaron a sus padres que, aunque oían, no conocían a sus hijos en la voz y en la vista porque iban vestidos de seda. Acercáronse más las bracas para que mejor fuesen vistos, y como fueron conocidos, al punto dos de los indios se entraron hasta los pechos en el agua, mostrando en esto, y en el gozo que tuvieron todo el tiempo que duró su dulce prática, ser padres de los muchachos.
Diose a entender a los indios, que haberse tirado mosquetes había sido porque ellos tiraron flechas. Dijeron a esto que no ellos, sino otros de cierta parcialidad, y que pues ellos eran amigos, les diesen a sus tres hijos. Fueles dicho que trajesen gallinas, puercos y frutas que luego se los darían. Dieron a entender por el sol, habían de ir y volver a medio día. Fuéronse, y los nuestros se recogieron; y al mismo tiempo concertado, sonaron dos caracoles, salieron a ellos las barcas llevando los tres muchachos, cuyos padres, cuando los vieron y hablaron, no mostraron menos placer que cuando la vez primera. Dieron a los nuestros un puerco y pidieron los muchachos. Dijéronles que trajesen muchos: dieron a entender que el otro siguiente día; que venido, sonaron sus caracoles.
Salieron luego las barcas; llevando en ellas para los indios un macho y una cabra, para quedarles para casta: iban también los muchachos para añagaza de que los indios se entrasen, y los trajesen a las, naos para volverlos a enviar. Hallaron en la playa dos puercos, que recogidos, entregraron a los indios el macho y cabra, que con cuidado miraron y gran mormurio entre sí.
Pidieron los padres sus hijos, y porque no se los dieron dijeron que traerían más puercos, y que los nuestros volviesen cuando ellos avisasen. A la tarde hicieron la misma señal: fueron las barcas a tierra, y sólo vieron en la playa estar el macho y cabra atados, y dos indios junto a ellos que dijeron los saliesen a buscar que ellos no los querían. Sintiéndose mal del caso, con cuidado se miró y se vieron por entre las arboledas muchos indios con arcos y flechas. Entendido ser modo para prender algunos nuestros, o de otro mal intento, se dispararon mosquetes, que oídos con grita y mucha prisa se fueron huyendo los indios, y los nuestros recogieron macho y cabra y se volvieron a las naos. Luego el muchacho mayor, que después se llamó Pablo, dijo al capitán una vez y muchas veces con señas de gran terneza: --Teatali: que debía ser decirle que lo dejase ir a su tierra; mas el capitán le dijo: --Calla, niño, que no sabes lo que te pides; mayores bienes te esperan que no la vista y el trato de padres y amigos gentiles.
Es de notar que una cruz que se había dejado junto al río del Salvador, fue hallada en su lugar levantada, y que los indios habían colgado della ramos y flores.
No faltó quien dijo al capitán, que pues tenía presente una tierra de tantos ríos y quebradas, hiciese en ellas dos catas del metal que llaman oro, a los ojos de los hombres tan acepto. El capitán dijo a esto, que sólo había venido a descubrir tierras y gentes, y que pues Dios le había hecho merced de mostralle lo buscado, no era justo ni razonable arriesgar el todo por la parte; y que si lo pudiese hacer, entendiendo tener color a disculpa, lo hiciera sin que dello le avisasen, y que a los pobladores que a aquellas tierras viniesen, tocaría con la seguridad debida deste y otros cuidados. Volvióse decir a esto, estar el tiempo de tantas cudicias lleno, que si no hay oro ni plata, no hay gustosa gana de poblar, y lo demás; y por cerrar esta partida respondió el capitán, que la causa es de Dios, y cuando llegase la hora determinada por Su Majestad divina, daría para aquella hacienda suya mayordomos con obreros, que su pío no sea sólo de oro, sino de bien de las almas.